viernes, agosto 27, 2010


Capítulo XXVII: que fome son los terremotos.

Estamos en silencio. Hasta con el mínimo ruido o crujido nos miramos como diciéndonos “hay que correr”. Insistes en llamar a tu casa, pero nada, las líneas telefónicas no están disponibles. No te dejé ir. Está todo oscuro, te podría pasar algo en las calles.

Nos alumbramos con velas. Estamos los cuatro: mi mamá, mi hermana, tú y yo. Te tomo de la mano por debajo de la mesa. Me acuerdo de la canción. Te sonríes.

Mi mamá se come las uñas, mi hermana no dice nada, sólo intenta leer una revista con la poca luz que da la vela. Yo te miro y te digo:

-quizás se va a acabar el mundo-
-ay, hijo no digas tonteras-
-pero puede ser pos-
-oye, estúpido, no asustes a tu mamá, que ya no quedan uñas-
-pero imagínate, qué pasaría si esto fue en todo el mundo-
-fue sólo en Chile, lo escuché en la radio- interviene mi hermana.
-sí, pero como somos de egocéntricos, quizás no han puesto atención a las noticias de afuera-
-oye, por qué no sales a mirar a ver si están lloviendo meteoritos mejor- me dices enojada.
-pucha que son-
-no pongai esa cara, no es el momento de decir esas cosas-
-¿puedo hacer un chiste del Papa?
-tampoco-
-entonces qué puedo hacer-
-quedarte sentado y callado-
-que fome son los terremotos-
-no si van a ser entretenidos- interviene mi hermana.
-uuuuuh ya, no digo nada-
-sería lo mejor- dicen las tres mujeres al unísono-

Se ríen.

Qué poca tolerancia, que rabia. Que ataosas las mujeres, pienso. Se me ocurren unas teorías buenas sobre el inminente fin del mundo, pero me las guardo, no les diré nada. Total, cuando se cumplan, ahí me dirán “tenías razón”.

Tontas incrédulas, no ven la realidad. No las pesco. Las tres me ignoran y conversan sus cosas serias tratando de salvar el mundo.

-Mejor voy a comer helado- digo levantándome.
-tráeme- dicen de nuevo las tres al mismo tiempo.

Las miro con rabia, me hacen caritas de ternura. Mujeres, como las odio.


Viernes, 27 de agosto de 2010 (14:03:10)